Como ella tenía varias en su colección, no le hice mucho caso. La portada estaba en blanco y negro. Y un día, la imagen me llamó la atención. Era Jesús de pie, como en el momento de la resurección. Con una túnica blanca, caminando hacia mí, con los brazos en una posición específica, como si me fuera a dar la bendición y mostrando su corazón. De su él salían dos rayos de luz que también se dirigían hacia mí. La imagen, la grabé en mi memoria porque así tal cual, me imagino a Jesús.
Después, pasaron otros años y un día, ví el cuadro de Jesús de la Misericordia en color. Una gran pintura, con el fondo negro, sí como si fueran unas tinieblas o el sepulcro. Y Jesús emergiendo de entre esas nubes. Los colores de los rayos de su corazón eran rojo y azul. Lo ví en la Iglesia, después de una misa, durante una Semana Santa. Entonces, una señora pasó y me regaló un librito. Muy parecido al de mi mamá, pero a color. Y ahí venía la explicación. El rayo azul es el agua con la cual, Él nos purifica. El rayo rojo es la sangre que Él derramó por su dolorosa Pasión, para redimir nuestros pecados. El corazón es el inmenso amor que nos tiene. Y la luz blanca que emana de todo Él es su eterna Misericordia.
La frase me encanta y lo dice todo: Jesús, yo confío en ti.
Me la he encontrado en varios países, y es como una señal para mí de que todo estará bien. De que confiando en Jesús, nada me debe preocupar, ¿de qué me puedo preocupar? Vivir en las manos de Jesús es vivir en paz, entregada a su amor y con la confianza de que su Misericordia es Eterna.